8 de agosto de 2013

Cine: "Django desencadenado"


Como decíamos ayer, hoy toca hablar de Django Desencadenado, la primera película de Tarantino que luce abiertamente la etiqueta de spaghetti western. Como el propio director afirma, lleva toda la vida dirigiéndolos camuflados bajo otros géneros pero ahora puede mostrar sus cartas sin marcarse un farol. No obstante, Django no se trata de un western al uso. Su promoción estuvo rodeada de polémica por el uso de la palabra "nigger" (negrata) y las declaraciones del también director Spike Lee, quien aseguró que no la vería por ser irrespetuosa con el pasado esclavista de los Estados Unidos.

En efecto, la cinta es dura y no se corta a la hora de mostrar toda clase de abusos e injusticias; también es cierto que lleva el sello Tarantino estampado en cada escena. Entre descargas de pólvora, latigazos, perros rabiosos, luchas mandingas y la violencia de los amos de las plantaciones y sus lugartenientes, la trama se las ingenia para insertar algún tipo de bufonada que atenúa el impacto de la sangre salpicando literalmente la pantalla (esa reunión parodiando al Ku Klux Klan, de diez). La ofensa, de haberla, surge del tema y no de la forma de tratarlo: de igual modo que Malditos Bastardos usaba el nazismo como marco pseudo-histórico, Django es menos un drama racial que una clásica historia de venganza con héroes justos y villanos que merecen ser castigados. 


Christoph Waltz, Leonardo DiCaprio, Samuel L. Jackson, Don Johnson y un largo etcétera dotan de vida a una galería de secundarios ejemplar. Curiosamente es Jamie Foxx quien se ha ganado pocos halagos por interpretar a Django. Su personaje es un hombre de acción parco en palabras, pragmático más que elocuente, pasional pero de expresividad contenida. Incluso se le reservan momentos de exquisita ternura, como la secuencia en la que puede elegir la ropa que quiere llevar y... hay que verlo (comicidad al margen, guarda coherencia interna con el personaje). Además, la química que mantiene con el Dr King Schultz (oscar de reparto para Waltz) es uno de los motores de la historia de principio a fin. Aunque salta a la vista que en absoluto es un papel desagradecido, quizá no se adapte bien a la profusa verborrea que Tarantino exhibe en sus diálogos y de la que Waltz, DiCaprio o Jackson hacen gala. También se ha obviado la interpretación de Kerry Washington, cuya Broomhilda transmite el horror de un modo que nos ayuda a comprender la tragedia y empatizar con el héroe y su causa mucho mejor de lo que lo hace él mismo. 
 
Si alguien desentona es el propio Tarantino, que se reserva un papel tan prescindible como la parte del metraje en la que aparece. Cuando la historia se extiende hasta los 165 minutos, un tijeretazo bien dado es de agradecer... A media hora del final, Django (personaje y película) ya ha dicho y hecho todo lo que tenía que decir y hacer. El violento y reiterativo añadido no resta, pero tampoco suma (aunque tener al inefable Walton Goggins imitando los andares del mismísimo Raylan tiene su qué :p). Como resultado tenemos una película magníficamente rodada e interpretada, notable en su irregularidad y recomendable a cualquier espectador gracias a su extraño clasicismo. 

Hace varios meses que la vi y la recuerdo a menudo; para mí es una de esas películas que deja poso y se beneficia de la reflexión posterior. Si bien sigo prefiriendo Malditos Bastardos, pienso que Tarantino ha entrado en una etapa muy interesante de su filmografía. Sea lo que sea lo siguiente, lo espero con ganas.

¡Saludos!

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